7. La creatividad y la libertad de los bienes de clase



Sin duda que debieron ser las hembras del clan quienes comprendieron la relación existente entre malformaciones genéticas, abortos u otra clase de problemas en sus gestaciones, y el hecho de aparearse con miembros de su propio clan, por los efectos negativos de la endogamia en la transmisión genética. Tan pronto como tenían oportunidad se apareaban con miembros de otros clanes. O tal vez fue simplemente el aumento de la población de los propios clanes y sus dificultades de supervivencia en grupos grandes lo que llegara a producir la formación de nuevos clanes que ocuparan otros territorios de supervivencia. De esta forma fueron creándose las tribus, grupos de clanes que vivían relativamente cerca unos de otros, o al menos en un mismo nicho ecológico. Estas tribus tenían en común el haberse originado de un mismo clan, tener las mismas características raciales, compartir sus conocimientos, técnicas de caza, recolección, elaboración de herramientas y, sobre todo, «símbolos de representación social».

La formación de tribus, no obstante, lleva consigo una cierta desintegración del clan familiar, porque se rompe la unidad afectiva del clan al diseminarse sus miembros entre otros clanes, a pesar de pertenecer a la misma tribu. Es entonces cuando los bienes simbólicos empiezan a ganar en importancia para la ordenación estratificada de la tribu, porque al no conocerse sus miembros entre sí, son sus símbolos los que permiten un reconocimiento inmediato de su estatus y su posición jerárquica dentro del grupo social, no sólo del clan al que pertenezcan sino de la tribu. Esto no cambia esencialmente la producción ni el valor de los bienes simbólicos, pero su importancia es cada vez mayor; el poder que representan es, a su vez, cada vez mayor y por tanto también debe ser mayor su valor como producto en sí mismo. Deben estar elaborados con mejores materiales, contener más trabajo, técnica y conocimientos; deben distinguirse, además, por su forma, color y diseño. Deben ser cada vez más exclusivos, de factura más excelente. Es decir, deben ser más «creativos» y sus creadores deben disfrutar de mayor libertad de «creencias». Pero no sólo deben reunir estas condiciones los símbolos del poder, como, por ejemplo, un tocado de plumas, sino que todos los bienes que adornan al individuo tienden a participar del mismo «espíritu de clase»: desde la ropa que viste hasta la vivienda que habita deben tener, además de un valor útil, un claro valor simbólico o clasista. Al mismo tiempo, puesto que hay más creencias y más libertad, los símbolos mismos sirven para representar nuevas creencias trascendentales, como la idea de dioses o fuerzas sobrenaturales.

Poco a poco se va abriendo camino la nueva «economía de mercado», que se creará en torno al poblado. Por lo que la revolución urbana será, sobre todo, una «liberación» extraordinaria para la creatividad del individuo, o, más objetivamente, la «persona», porque el individuo no crea, sólo «produce o reproduce». Es entonces cuando el ser humano, gracias a su elaborado sistema simbólico, presente en multitud de bienes, que van desde los de carácter religioso, su ornamento personal y hasta sus herramientas, pasando por su vivienda, su vestido, sus utensilios y sus armas, estará preparado para el siguiente gran paso revolucionario: la creación del poblado, cuyos símbolos de poder jerárquico se enraízan con el clan de donde provienen, perdido en la memoria de los tiempos, ya casi mitificado a través de leyendas transmitidas de padres a hijos, y que adquirirán un extraordinario valor político y social, hasta el extremo de que una vez constituido el Estado, las cosas no cambiarán sustancialmente en ningún sentido hasta nuestros días.

Comparto plenamente la opinión que sostienen la gran mayoría de los historiadores (en realidad no conozco ninguna excepción) de que la mayor revolución cultural de la historia de la humanidad se produce durante el Neolítico. Lo que no comparto es concederle al descubrimiento de la agricultura como la causa fundamental de sus grandes progresos.

Durante el Neolítico se crea todo lo que es posible crear y que nosotros, hombres de la era espacial y cibernética, no hemos sido capaces de superar. Se consolidan con plena conciencia de sus posibilidades y sus diversas ramificaciones las principales disciplinas de la cultura de la humanidad, como son: el arte, la filosofía, la teología, la política, la ciencia, la técnica, la industria y el deporte. La guerra es una disciplina que participa por igual de la ciencia, de la técnica, del arte, de la política e, incluso, del deporte. Puede que la filosofía, en rigor, no naciera hasta las escuelas griegas situadas en el Asia Menor, pero la especulación filosófica estaba en cierta manera contenida en la especulación teológica, de la que surgirían las primeras concepciones religiosas de la humanidad.

Pero sigo pensando que no fue el descubrimiento de la agricultura la causa del mayor progreso durante esta época. La agricultura ¡nunca ha sido causa de un gran progreso! Tenemos un ejemplo claro en la Edad Media europea, una sociedad inminentemente agrícola y que, sin embargo, languidece económicamente; tenemos el ejemplo de la mayoría de las sociedades atrasadas actuales, cuya base económica fundamental sigue siendo la agricultura; tenemos el ejemplo de España que no salió del subdesarrollo hasta que el sector agrícola no supuso una pequeña parte del PNB, etc. La agricultura, como veremos después, no puede provocar riqueza porque sólo produce bienes de supervivencia que apenas tienen valor de trueque y dependen del ciclo natural de las cosechas y los crecimientos. Finalmente, es el mercado el que se ocupa de regular los valores del trabajo realizado por el productor y por el consumidor, de manera que no haya prácticamente beneficios para ninguno de los dos. No nos extrañe que uno de los problemas que tiene planteada la Unión Europea son los subsidios a la agricultura, como una rémora histórica de la economía imposible de solucionar. Es decir, la agricultura produce bienes útiles y necesarios, pero de escaso valor comercial. Por tanto la economía tiene que tener otras causas; causas que tendrán más que ver con la lucha por el progreso social que la simple supervivencia, y que analizaremos en los siguientes capítulos.

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